lunes, 27 de febrero de 2017

Capítulo 76. El camino a la locura



-          Cuéntamelo…  - insistió
-          ¿Por qué quieres saber eso?
-          Es mi pasado… quiero saber porque los dragones me temen tanto…
-          Elle… no creo que sea buena idea
-          He leído historias sobre el príncipe….
-          Abuelo…
-          Sobre mi abuelo… pero no lo describen demasiado bien…
-          Kael no era malo… hija mía, de veras no lo era…

Al’ar, en un reducido tamaño, batió sus alas y se posó en el hombro de Chantarelle… El fénix estaba contento, llevaba muchos años atrapado en una especie de limbo, un tramo en el espacio-tiempo paralelo a la realidad, desde el cual era tan solo un espectador. Llevaba allí desde la muerte de Adanahel, hasta el día en que su hija logró despertar su poder… Y era hora de que le contase la historia de su abuelo, pues Evannor aún no estaba preparada y seguramente, su mente mortal, habría olvidado muchos detalles.

-          Como sabrás… la Isla del Quel’Danas posee un gran poder.. ahí se encuentran, protegidos por Anveena, los restos de la Fuente del Sol. Antaño, esa fuente estaba al aire libre, pero fue Kael’Thas quien insistió en protegerla, pues los continuos ataques la hacían vulnerable, así que la protegió con su propio poder, que como sabrás, era extensísimo… y el mío…  - dijo Al’ar
-          Si – asintió Elle
-          Continuaré donde Lady Evannor lo dejó… - estiró un ala – Tus abuelos se enamoraron perdidamente y pronto decidieron casarse. La boda entre el príncipe Kael’Thas y Evannor, se celebró tal y como estaba previsto, al anochecer, bajo el sauce más antiguo de la isla de Quel’Danas, a pocos metros de la Meseta de la fuente del sol. Fue una ceremonia tan solemne como mágica, en la que los dos elfos unieron para siempre sus vidas. La magia dorada de la isla se combinó con mi propia magia  y el cielo estalló en miles de destellos y así, entre aplausos, los recién casados se fundieron en un beso… - narró el fénix - No pasó mucho tiempo de la ceremonia hasta que Evannor quedó encinta y dio a luz a un varón, de cabellos rubios y ojos verde esmeralda, al igual que su padre; al cual bautizaron con el nombre de Adanahel. Eran una familia feliz, hasta que las continuas amenazas  al imperio de Quel’Thalas fueron haciendo mella en Kael’Thas.
-          ¿Qué amenazas? – preguntó la joven
-          Los trolls amaní, el continuo avance de los humanos y un extraño y creciente poder en el continente aún inexplorado de Rasganorte. Kael se sentía culpable, pues sin los elfos de sangre, los humanos nunca habrían llegado a prosperar en los caminos de la magia, y ahora los grandes magos humanos amenazaban Quel’Thalas – respondió el ave. - Kael’Thas ansiaba recuperar el esplendor de los sin’dorei, que su civilización avanzase y recuperar todo cuanto habían perdido a causa de los humanos y las continuas guerras. El príncipe, junto a un grupo de adeptos, viajó a Dalaran en busca de conocimientos, tras lo cual su expedición se dirigió a Terrallende
-          ¿Qué esperaba encontrar?
-          Una fuente de poder
-          ¿Mayor que la fuente del sol?
-          Verás pequeña, a pesar de que Kael era poseedor de un gran poder, la mayor parte de los elfos de sangre desarrolló una extraña adicción a la magia, la cual con el paso del tiempo fue debilitando a la población. Kael necesitaba una fuente eterna de poder, que les hiciese todavía más fuertes con el fin de derrotar a todos sus enemigos.
-          Traté por todos los medios de disuadirlo, de que no se fuese… - dijo Evannor entre lágrimas- Incluso su guardiana compartía mi opinión. Pero no hizo caso, ni siquiera cuando tu padre, de tan solo 10 años, se lo pidió…
-          Y se fue… Dejó a Evannor y a Adanahel al cuidado del rey Anasterian y partió… Al principio su campamento base se instaló cerca de Shattrath y desde allí exploró Terrallende. En un primer momento, y atraído por la magia oscura, se alió con Illidan Tempestira.
-          ¿Illidan? ¿Y Quiuyue se lo permitió?
-          Claro que no… Quiuyue se opuso en todo momento a lo que estaba haciendo, sólo que como su guardiana nunca podría luchar contra su protegido. Kael lo sabía y se aprovechó de ello, arrastrando a la dragona en contra de su voluntad, pese a sus continuas advertencias. Aprendió de Illidan la magia sombría y fue este mismo quien, temeroso de que la dragona alertase a sus congéneres, le tendió una trampa
-          ¿Una trampa?
-          Sí... Muy cercana a Illidan había otra dragona, una traidora como él, una esquiva dragona del vuelo negro que, a diferencia de los suyos, había adoptado la forma de una elfa de sangre para pasar desapercibida.
-          Nunca he oído nada sobre eso, Al’ar… - se preocupó Evannor
-          Verás Chantarelle… Quiuyue, desobedeciendo a las reglas de la naturaleza, se enamoró irremediablemente de Kael’Thas, y eso hizo peligrar el equilibrio de Azeroth, pues no quiso informar al resto de vuelos sobre lo que estaba haciendo, sino que creyó que ella podría hacerle entrar en razón, y eso casi le cuesta la vida.

Chantarelle se quedó pensativa, para después mirar a su abuela..

-          Por eso os odiais…
-          Sí… - reconoció la anciana – Sabía que Kael’Thas me amaba, pero una parte de mi siempre tuvo celos de ella. Él la admiraba, tanto como su amiga como la poderosa dragona que era… Y eso me consumía por dentro…
-          Tener celos es algo natural – dijo Bollack – Y en este caso parecían estar fundamentados.
-          Sí, lo estaban. Quiuyue amaba a Kael’Thas y lo siguió allí a donde fue, separándolo de mí… Pero ella no logró hacer que él la amase, y eso hirió su orgullo… - dijo Evannor
-          Abuela, Quiuyue no es mala… Se enamoró de él, sí, pero yo creo que si ella hubiese querido, podría haberte quitado del medio… y eso lo sabes – dijo Chantarelle con cierta frialdad. – Y si fuese mala, no te habría ido a buscar.



-          No creo que eso sea una buena idea, Ibiza
-          Pero es la manera más rápida de llegar – replicó la elfa
-          La pequeñaja tiene razón, Claros de Tirisfal colinda con las Tierras de la Peste del Oeste, que a su vez lo hace con las de la Peste del Este – agregó Ashytaka – Otra opción sería viajar a Lunargenta y de ahí descender desde el Bosque de la Canción Eterna a las Tierras Fantasma, pero ese paso esta más vigilado.
-          En cualquiera de los dos casos es una locura… - negó con la cabeza – Mis queridos elfos, vosotros habeis estado a salvo por mi apellido, no quiero dármelas de importante, pero vosotros sois dos jovencitos..

Tras todo aquel tiempo juntas, había surgido cierto grado de complicidad y confianza entre la elfa y la humana, algo que muy pocas personas de ambas razas comprenderían.  Ibi la miró fijamente…

-          Jaina, se lo que quieres decir, pero hay algo que no os he dicho – miró a Ashytaka
-          Eres un hombre? – el cazador la miró aterrorizado
-          No, idiota! Y no pienso demostrártelo – sonrió – ¿Recordais que os hablé de mi hermana?
-          Nos has narrado cosas sueltas – dijo la maga poco convencida
-          No me gusta contar muchos detalles de su vida, a ella no le gusta y no es una historia agradable… - suspiró – Vereis, ella no es mi hermana de sangre
-          ¿Eres adoptada? – preguntó el cazador
-          Sí, pero no por sus padres… Digamos que mi hermana es mi madre adoptiva
-          ¿Qué?  No entiendo nada – exclamó Ashytaka
-          Ibi, ¿cuántos años tienes? – preguntó Jaina
-          Dieciseis
-          ¿Y tu hermana?
-          Veintiuno
-          Es una adopción bastante curiosa… Una joven elfa de sangre adopta a otra tan solo cinco años menor, y supongo que tu hermana no estará casada… Así que o es algo ilegal o tu hermana es alguien importante – razonó Jaina
-          Lo segundo…  Elle era hija de una pareja noble, solo que ellos murieron cuando ella tenía solo cinco años.
-          Osea, que tú tienes su apellido… - dijo Ashytaka - ¿Pero realmente podría protegernos?
-          Es algo, pero igualmente pasar desapercibidos en cualquiera de las dos ciudades horda es un reto para mí – habló Jaina.
-          Creo que la solución es Entrañas – dijo el cazador – El portal a Lunargenta nos lleva directos a la Corte del Sol, por lo que corremos un altísimo riesgo de toparnos con la guardia real o, incluso con el rey Lor’Themar.
-          Eso sin contar que el príncipe Kareth Theron me conoce – añadió Ibi
-          El portal a Entrañas nos llevará al barrio de la magia, que esta al opuesto del barrio real, por lo que no tendremos problemas ya que Lady Sylvanas no suele pasearse por la ciudad.
-          No me gustaría encontrármela… - reconoció Jaina – Ver lo que Arthas le hizo… no podría…
-          Así que ese es el plan, iremos a Entrañas, saliendo lo más rápido posible de allí – sonrió el cazador – Una vez fuera, Totoro nos ayudará.

lunes, 20 de febrero de 2017

Capítulo 75. Rasganorte



Tras su breve paso por Dalaran, las tropas de Lunargenta esperaron a su enlace con el Veredicto Cinéreo. Puntual, el Capitán Arnath, un apuesto elfo de sangre, les esperaba bajo la ciudad flotante.

-          Capitán Arnath – saludó cordialmente Kareth
-          Alteza, un honor saber que será usted quien comande a las tropas de Lunargenta.
-          Llámame solo Kareth – pidió – Aquí ya no importa quienes somos o hayamos sido, sólo importa nuestro fin
-          En eso estoy de acuerdo, Kareth

Los dos elfos cabalgaron delante del grupo, en dirección al Cementerio de Dragones.

-          He oído que fue tuya la idea de unirte a nosotros
-          Sí, la Horda nos presionaba y, ciertamente, no veía demasiada luz en el plan que ellos proponían
-          En eso te doy la razón, amigo. – sonrió – Garrosh tiene una manera de actuar demasiado precipitada, y en la situación en la que estamos precipitarse no es bueno. Sólo hay que ver lo que le pasó a Dranosh Colmillosauro
-          Una gran pérdida – dijo Kareth
-          Desde entonces, Varok Colmillosauro se unió a nosotros, al igual que muchos miembros de las distintas facciones. Hasta el propio Koltira Tejemuerte y algunos caballeros de la muerte más.
-          Interesante
-          Mucho – afirmó
-          ¿Y qué tal es la relación con los miembros de la Alianza? – quiso saber
-          He de reconocer que las tiranteces entre Horda y Alianza es uno de los aspectos que más nos preocupan y en los que más estamos trabajando. Tirion Vadín es un buen líder y nos ha acogido bien. A mi me ha nombrado Capitán pese al rechazo de sus tropas  - dijo con orgullo

Atravesaron el vicio de cristal, el estrecho paso que unía Cementerio de Dragones con el Bosque Canto de Cristal, un complejo pasadizo helado cuyas profundidades eran habitadas por enormes jormungars. Por suerte, eran bestias nocturnas, por lo que no les causaron ningún tipo de contratiempo. En Cementerio de Dragones, la brisa era gélida y parecía que cortaba la piel solo con rozarla.  Kareth no pudo evitar estremecerse de frío, pese a que iba bien abrigado bajo la armadura.

-          No falta mucho para llegar a la base. ¿has estado alguna vez en la Puerta de la Cólera?
-          Si, hace un tiempo hicimos una pequeña expedición allí, más que nada una misión de reconocimiento, pues esa puerta parece estar tapiada desde dentro.
-          No lo está, la puerta tiene un complejo cierre que sólo se activa con el poder corrupto de Agonía.
-          Vamos, que el Rey Exánime la abre solo cuando le viene en gana – tradujo
-          Sí, en resumen. En las colinas que la rodean hemos instalado un gran campamento, aprovechamos esa zona para entrenar a los recién llegados y que se vayan acostumbrando a convivir con la otra facción, pues en una colina esta la Alianza y en la otra la Horda, sólo coinciden en los entrenamientos.
-          ¿En qué os basais para decidir si una persona es apta o no? – quiso saber
-          Principalmente nos interesan las habilidades en combate, siendo la mayoría paladines de Lunargenta doy por hecho de que en eso vais sobrados.
-          No somos todo paladines, Lunargenta también aporta grandes brujos y magos, sacerdotes, cazadores y pícaros.  Pero todos bien instruídos en sus artes – sonrió
-          Lo que también miramos es la resistencia a lo extremo, Cementerio de Dragones es muy frío, pero Corona de Hielo es muchísimo peor. Os proporcionaremos a todos ropa de abrigo, la misma que llevamos nosotros y vestiremos todos los mismos tabardos, para que no haya distinciones.
-          Eso me gusta, pocas veces se me brinda la oportunidad de ser uno más – dijo pensativo
-          Y otro de los requisitos será la tolerancia y la capacidad de trabajar codo con codo con la facción contraria. No es la primera vez que hay guerrillas internas, y eso solo perjudica a nuestra misión.
-          Lo veo lógico y, como yo mismo expuse, aquí nuestro enemigo es común.


En Ventormenta.,.

-          ¿He oído bien? – quiso asegurarse el rey
-          – afirmó la joven elfa
-          Jaina, ¿de verdad piensas ir a esa ciudad?
-          Varyan, he de reconocer que no me entusiasma la idea, pero si queremos avanzar en nuestra investigación debemos hacerlo – suspiró
-          ¿Y vais a ir los tres?
-          Si, ¿dónde esta el problema? – Jaina alzó una ceja - ¿No crees capaces a dos magas del Kirin Tor y a un cazador?
-          No es que no os vea capaces – trató de reparar – Pero debeis saber que lo que queda de Stratholme está invadido por engendros de la plaga
-          Somos conscientes – dijo Jaina
-          ¿Y aún así quereis ir? – insitió Varyan
-          Es necesario – dijo Ibi
-          Está bien… ¿Qué necesitais? – suspiró
-          Caballos, algún arma y víveres – dijo Jaina
-          Mandaré a algunos de mis soldados también
-          No – negó la humana – Iremos solos

Los primeros días se hicieron raros, además de fríos, a lo que ya empezaba a acostumbrarse; pero según pasó el tiempo, su piel se fue curtiendo y el dolor que lo consumía por dentro se quedó quieto, congelado…

-          Hola Kareth! – saludó con temor
-          Hola – dijo en un soplo de voz
-          Quisiera hablar contigo, si no es inconveniente – insistió ella
-          Adelante – dijo desinteresado

Ella seguía igual, tan bella como siempre, aunque aquella faceta perversa y cruel que había demostrado hizo que cambiase a sus ojos. Sweetness…un nombre que nada tenía que ver con la persona que lo portaba…

-          Kareth, siento lo sucedido… No fue mi intención llegar tan lejos – susurró… - Ella era realmente hermosa y yo estaba celosa..Sólo quería separarla de ti, que fueses mío de nuevo… Mi hermano Aetheris se ofreció a ayudarme, él la quería para sí, quería vengarse de ti por su envidia.. - estaba llorando, realmente lloraba – En principio solo iba a ser el montaje del beso, pero al ver que tu no venías a verme, la busqué, unas ancianas me dijeron que ella iba cada pocos días al cementerio y allí la esperé cada día…
-          ¿Y eso te parece un gesto noble?
-          No… Claro que no… Pero ella…. No parecías importarle… y eso me consumió más en mi odio. Cuando hablé con ella no había ni rastro de ojeras ni ojos hinchados, su rostro estaba impecablemente bello, y me habló tan fría… Por eso la provoque, y la golpeé.. Reconozco que quise torturarla, para comprobar si ella sentía algo por ti
-          Eso no era asunto tuyo tampoco…
-          Kareth, llevo días buscándote, me uní a esta expedición para poder hablar contigo, para pedirte perdón…. Por favor, escúchame!
-          Sweetness, ya me has causado bastante dolor…
-          ¿Realmente… la amas?
-          Si, y ahora la he perdido para siempre
-          ¿Cómo?
-          ¿Por qué crees que estoy aquí? Para tratar de olvidar… Ella se fue, estaba herida, y no sólo las heridas que tu le hiciste..
-          Sobre eso quería hablarte también… Esa chica, es más de lo que tu piensas..
-          ¿Qué vas a inventarte ahora? ¿Ahora ya no es una zorra, ahora te importa?
-          Kareth, ella tiene un gran poder, yo.. yo pude verlo con mis propios ojos… ese ser… venía hacia mí, hasta que un dragón enorme lo derribó

La paciencia del elfo quebró…

-          Basta! – alzó la voz – Sweetness, como sub-capitán de la expedición y como príncipe de Lunargenta te prohibo que me dirijas la palabra de no ser en caso de extrema urgencia…! – ordenó serio
-          No puedes hacer eso!! – protestó ella
-          Puedo y lo estoy haciendo…
-          Está bien… - dijo pesarosa – Lo entiendo… Gracias por su tiempo, alteza