-
Cuéntamelo… - insistió
-
¿Por
qué quieres saber eso?
-
Es
mi pasado… quiero saber porque los dragones me temen tanto…
-
Elle…
no creo que sea buena idea
-
He
leído historias sobre el príncipe….
-
Abuelo…
-
Sobre
mi abuelo… pero no lo describen demasiado bien…
-
Kael
no era malo… hija mía, de veras no lo era…
-
Como
sabrás… la Isla del Quel’Danas posee un gran poder.. ahí se encuentran,
protegidos por Anveena, los restos de la Fuente del Sol. Antaño, esa fuente
estaba al aire libre, pero fue Kael’Thas quien insistió en protegerla, pues los
continuos ataques la hacían vulnerable, así que la protegió con su propio
poder, que como sabrás, era extensísimo… y el mío… - dijo Al’ar
-
Si
– asintió Elle
-
Continuaré
donde Lady Evannor lo dejó… - estiró un ala – Tus abuelos se enamoraron
perdidamente y pronto decidieron casarse. La boda entre el príncipe Kael’Thas y
Evannor, se celebró tal y como estaba previsto, al anochecer, bajo el sauce más
antiguo de la isla de Quel’Danas, a pocos metros de la Meseta de la fuente del
sol. Fue una ceremonia tan solemne como mágica, en la que los dos elfos unieron
para siempre sus vidas. La magia dorada de la isla se combinó con mi propia
magia y el cielo estalló en miles de
destellos y así, entre aplausos, los recién casados se fundieron en un beso… -
narró el fénix - No pasó mucho tiempo de la ceremonia hasta que Evannor quedó
encinta y dio a luz a un varón, de cabellos rubios y ojos verde esmeralda, al
igual que su padre; al cual bautizaron con el nombre de Adanahel. Eran una
familia feliz, hasta que las continuas amenazas
al imperio de Quel’Thalas fueron haciendo mella en Kael’Thas.
-
¿Qué
amenazas? – preguntó la joven
-
Los
trolls amaní, el continuo avance de los humanos y un extraño y creciente poder
en el continente aún inexplorado de Rasganorte. Kael se sentía culpable, pues
sin los elfos de sangre, los humanos nunca habrían llegado a prosperar en los
caminos de la magia, y ahora los grandes magos humanos amenazaban Quel’Thalas –
respondió el ave. - Kael’Thas ansiaba recuperar el esplendor de los sin’dorei, que
su civilización avanzase y recuperar todo cuanto habían perdido a causa de los
humanos y las continuas guerras. El príncipe, junto a un grupo de adeptos,
viajó a Dalaran en busca de conocimientos, tras lo cual su expedición se
dirigió a Terrallende
-
¿Qué
esperaba encontrar?
-
Una
fuente de poder
-
¿Mayor
que la fuente del sol?
-
Verás
pequeña, a pesar de que Kael era poseedor de un gran poder, la mayor parte de
los elfos de sangre desarrolló una extraña adicción a la magia, la cual con el
paso del tiempo fue debilitando a la población. Kael necesitaba una fuente
eterna de poder, que les hiciese todavía más fuertes con el fin de derrotar a
todos sus enemigos.
-
Traté
por todos los medios de disuadirlo, de que no se fuese… - dijo Evannor entre
lágrimas- Incluso su guardiana compartía mi opinión. Pero no hizo caso, ni
siquiera cuando tu padre, de tan solo 10 años, se lo pidió…
-
Y
se fue… Dejó a Evannor y a Adanahel al cuidado del rey Anasterian y partió… Al
principio su campamento base se instaló cerca de Shattrath y desde allí exploró
Terrallende. En un primer momento, y atraído por la magia oscura, se alió con
Illidan Tempestira.
-
¿Illidan?
¿Y Quiuyue se lo permitió?
-
Claro
que no… Quiuyue se opuso en todo momento a lo que estaba haciendo, sólo que
como su guardiana nunca podría luchar contra su protegido. Kael lo sabía y se
aprovechó de ello, arrastrando a la dragona en contra de su voluntad, pese a
sus continuas advertencias. Aprendió de Illidan la magia sombría y fue este
mismo quien, temeroso de que la dragona alertase a sus congéneres, le tendió
una trampa
-
¿Una
trampa?
-
Sí...
Muy cercana a Illidan había otra dragona, una traidora como él, una esquiva dragona
del vuelo negro que, a diferencia de los suyos, había adoptado la forma de una
elfa de sangre para pasar desapercibida.
-
Nunca
he oído nada sobre eso, Al’ar… - se preocupó Evannor
-
Verás
Chantarelle… Quiuyue, desobedeciendo a las reglas de la naturaleza, se enamoró
irremediablemente de Kael’Thas, y eso hizo peligrar el equilibrio de Azeroth,
pues no quiso informar al resto de vuelos sobre lo que estaba haciendo, sino
que creyó que ella podría hacerle entrar en razón, y eso casi le cuesta la
vida.
-
Por
eso os odiais…
-
Sí…
- reconoció la anciana – Sabía que Kael’Thas me amaba, pero una parte de mi
siempre tuvo celos de ella. Él la admiraba, tanto como su amiga como la
poderosa dragona que era… Y eso me consumía por dentro…
-
Tener
celos es algo natural – dijo Bollack – Y en este caso parecían estar
fundamentados.
-
Sí,
lo estaban. Quiuyue amaba a Kael’Thas y lo siguió allí a donde fue, separándolo
de mí… Pero ella no logró hacer que él la amase, y eso hirió su orgullo… - dijo
Evannor
-
Abuela,
Quiuyue no es mala… Se enamoró de él, sí, pero yo creo que si ella hubiese
querido, podría haberte quitado del medio… y eso lo sabes – dijo Chantarelle
con cierta frialdad. – Y si fuese mala, no te habría ido a buscar.
-
No
creo que eso sea una buena idea, Ibiza
-
Pero
es la manera más rápida de llegar – replicó la elfa
-
La
pequeñaja tiene razón, Claros de Tirisfal colinda con las Tierras de la Peste
del Oeste, que a su vez lo hace con las de la Peste del Este – agregó Ashytaka
– Otra opción sería viajar a Lunargenta y de ahí descender desde el Bosque de
la Canción Eterna a las Tierras Fantasma, pero ese paso esta más vigilado.
-
En
cualquiera de los dos casos es una locura… - negó con la cabeza – Mis queridos
elfos, vosotros habeis estado a salvo por mi apellido, no quiero dármelas de
importante, pero vosotros sois dos jovencitos..
Tras
todo aquel tiempo juntas, había surgido cierto grado de complicidad y confianza
entre la elfa y la humana, algo que muy pocas personas de ambas razas
comprenderían. Ibi la miró fijamente…
-
Jaina,
se lo que quieres decir, pero hay algo que no os he dicho – miró a Ashytaka
-
Eres
un hombre? – el cazador la miró aterrorizado
-
No,
idiota! Y no pienso demostrártelo – sonrió – ¿Recordais que os hablé de mi
hermana?
-
Nos
has narrado cosas sueltas – dijo la maga poco convencida
-
No
me gusta contar muchos detalles de su vida, a ella no le gusta y no es una
historia agradable… - suspiró – Vereis, ella no es mi hermana de sangre
-
¿Eres
adoptada? – preguntó el cazador
-
Sí,
pero no por sus padres… Digamos que mi hermana es mi madre adoptiva
-
¿Qué? No entiendo nada – exclamó Ashytaka
-
Ibi,
¿cuántos años tienes? – preguntó Jaina
-
Dieciseis
-
¿Y
tu hermana?
-
Veintiuno
-
Es
una adopción bastante curiosa… Una joven elfa de sangre adopta a otra tan solo
cinco años menor, y supongo que tu hermana no estará casada… Así que o es algo
ilegal o tu hermana es alguien importante – razonó Jaina
-
Lo
segundo… Elle era hija de una pareja
noble, solo que ellos murieron cuando ella tenía solo cinco años.
-
Osea,
que tú tienes su apellido… - dijo Ashytaka - ¿Pero realmente podría
protegernos?
-
Es
algo, pero igualmente pasar desapercibidos en cualquiera de las dos ciudades
horda es un reto para mí – habló Jaina.
-
Creo
que la solución es Entrañas – dijo el cazador – El portal a Lunargenta nos
lleva directos a la Corte del Sol, por lo que corremos un altísimo riesgo de
toparnos con la guardia real o, incluso con el rey Lor’Themar.
-
Eso
sin contar que el príncipe Kareth Theron me conoce – añadió Ibi
-
El
portal a Entrañas nos llevará al barrio de la magia, que esta al opuesto del
barrio real, por lo que no tendremos problemas ya que Lady Sylvanas no suele
pasearse por la ciudad.
-
No
me gustaría encontrármela… - reconoció Jaina – Ver lo que Arthas le hizo… no
podría…
-
Así
que ese es el plan, iremos a Entrañas, saliendo lo más rápido posible de allí –
sonrió el cazador – Una vez fuera, Totoro nos ayudará.